Evaluar y calificar a mis alumnos suele ser un proceso complejo, largo y, en ocasiones extenuante. Es siempre la parte que menos se disfruta de este trabajo.
En mi opinión, los procedimientos y los instrumentos de evaluación tienen mucho que ver con la materia que se imparte, debido a la naturaleza de los contenidos, que a veces son más prácticos, otras más teóricos, más abstractos... Yo, que soy profesora de inglés, evalúo a mis alumnos por destrezas: speaking (hablar), listening (escuchar), reading (leer) y writing (escribir) y en un menor porcentaje y mediante la observación directa, algunos aspectos actitudinales. La forma en que esta evaluación llega al alumno es casi siempre una prueba oral o escrita que versa sobre los contenidos trabajados en clase. Las pruebas sobre estas cuatro destrezas me permiten saber en qué aspectos debe mejorar un alumno; resulta que a veces algunos son mejores en las destrezas receptivas que en las productivas, por ejemplo. Las pruebas, orales y escritas, me permiten agrupar varios estándares bajo el mismo instrumento y me proporcionan una información más o menos exacta del grado de consecución del alumno en relación a los contenidos impartidos en clase. Otra ventaja de hacer pruebas o exámenes tradicionales es que te permite llevar un registro, en mi caso por destrezas, de cada alumno, lo que resulta informativo tanto para el profesor, el alumno y la familia.
Por otro lado, una de las desventajas de evaluar con pruebas tradicionales o exámenes, es que es difícil precisar lo que se espera del alumno en algunos casos. Me ocurre, por ejemplo, cuando tengo que corregir textos escritos o exposiciones orales que necesito echar mano de una rúbrica para calificar a los alumnos en base al grado de éxito de sus producciones. En ese sentido, me resulta de gran utilidad The Assessment Scales Level B1 for writing y su homólogo Assessment Scales Level B1 for speaking para Bachillerato, por ejemplo. Llevo mucho tiempo usando esto y no había reparado en que era una rúbrica de evaluación; de hecho, informo a los alumnos de la misma y luego les indico con una abreviatura qué grado de consecución han obtenido en cada apartado y cuál sería su nota sobre 10. Me gusta este sistema porque permite no sólo dar una nota numérica, que entendemos todos a la perfección, sino también me da información sobre en qué aspectos, digamos de una redacción (organización, contenido, propósito comunicativo, etc.) el alumno debe mejorar.
Últimamente he sentido la necesidad de realizar algunos cambios en mi manera de enseñar y de evaluar. El aprendizaje basado en proyectos y el aprendizaje cooperativo ocupan ahora una parte importante de mi forma de enseñar, por tanto, la evaluación debe sufrir algunas modificaciones también. He descubierto recientemente CoRubrics, un complemento de Google Chrome para la aplicación Hojas de Cálculo y me ha parecido súper interesante para la creación y aplicación de rúbricas de evaluación. Esta semana la he puesto en práctica con dos grupos de 1º ESO que han realizado una presentación en grupo sobre un deporte. La rúbrica diseñada para evaluar esta presentación ha permitido realizar la evaluación primero al al profesor y luego al alumno, como autoevaluación y coevaluación, obteniendo así tres notas que se pueden comparar entre sí y compartirlas con el alumno o el grupo de alumnos, ya que en este caso ha sido una presentación de grupo. Me ha parecido una herramienta de gran utilidad, que permite al alumno centrarse en los objetivos de la tarea que debe realizar para obtener un resultado óptimo desde el principio, le permite analizar los pros y los contras de las producciones de sus compañeros y reflexionar sobre dónde deben mejorar en su propia producción. Y a decir verdad, involucrar al alumno en la evaluación no es algo que hubiera hecho hasta ahora, pero pienso hacerlo a partir de ahora, ya que resulta de gran utilidad tanto para el profesor como para los alumnos.
En mi centro, y en mis clases hasta esta semana, la carga de la evaluación recae principalmente en el docente, aunque es cierto que de manera trimestral se incorpora a los seguimientos del proceso de enseñanza-aprendizaje por parte de los departamentos didácticos una encuesta de satisfacción del alumno, por cursos, en la que cada uno evalúa el grado de aprendizaje, la utilidad de las actividades realizadas, el uso de las TIC, etc. en cada materia. Al final de curso, se pasa una encuesta digital a las familias en la que realizan una valoración global y aportan sus observaciones sobre este proceso de enseñanza-aprendizaje.
En cuanto a qué se evalúa, yo creo que la tendencia general en el centro es evaluar los contenidos propios de "saber" y no de "saber hacer", pues el instrumento examen escrito es la prueba que más se repite en todas las materias.
Finalmente, me gustaría señalar el hecho de que, en general, los programas curriculares de las asignaturas son demasiado extensos, nos obligan a realizar una temporalización extenuante, hay que rendir cuentas a la administración cuando no se cumple con el programa, y eso nos quita mucho tiempo para evaluar de otra manera que no sea la tradicional, el examen escrito. A esto hay que sumarle que las pruebas de evaluación externa como pueden ser las de acceso a la universidad se basan en el mismo tipo de prueba, las de "saber" y no las de "saber hacer". Creo que para que los alumnos aprendan a "saber hacer" es necesario que el programa que tienen que "saber" sea menos extenso y la naturaleza de las pruebas externas debe cambiar también.
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